Tomas y Katerina eran un matrimonio de bien y trabajo, que contaba con la bendición de tener dos hermosas niñas. Un día tuvieron una cena importante de trabajo, en uno de los restoranes más costosos de la ciudad. Esta cena implicaba un ascenso en la carrera laboral de Tomas, por lo tanto no podían ausentarse. Esta pareja casi perfecta, no dejaba nunca a solas a sus dos hijas, pero aquella ocasión era distinta -debían hacerlo- .
Se habían mudado hace unos días a un vecindario normal de gente de trabajo y donde los niños podían jugar libremente en las calles y nada les sucedería. Pese a vivir en un lugar de extrema tranquilidad no se relacionaban mucho con los vecinos, sólo habían hecho un poco de amistad con una mujer que vivía al lado de ellos, de la cual no sabían mucho pero que veían constantemente. Esta mujer hacía notar a leguas que era de intenciones bondadosas.
La noche de la cena había llegado y Tomas trató de contactar una niñera, pero no dio resultado; la mayoría estaban ocupadas. En varios intentos por no dejar a solas a sus dos hijas trató de contactar a sus familiares más cercanos, para ver la opción de que cuidasen a las pequeñas de cinco y siete años. Pero para la desgracia de la pareja no pudieron contactar a nadie, parecía ser que aquella noche irradiaba aires ominosos.
Katerina se cansó de la situación y convenció a Tomas para ir a pedirle ayuda a su vecina aledaña que era la única que podría cuidar a sus hijas. Tomas accedió a lo que le dijo su esposa y se dirigieron a la casa de al lado para pedirle el favor de que cuidase a las niñas.
Una vez que estaban en la casa de la vecina, Tomas notó algo extraño en aquel hogar. La puerta estaba a medio abrir, pese a que eran días de verano y un vecindario tranquilo, nadie se confiaba tanto. Pero él estaba seguro que aquella mujer era de las confiadas, y que después se lamentaban. Katerina propició algunos golpecillos a la puerta para llamar a su vecina, pero nadie contestó. Hasta que sin previo aviso un hombre de aspecto angelical y de extremada belleza los atendió.
-Hola-les dijo.
Tomas habló, sintiendo celos notable por la mirada de su esposa a aquel hombre.
-Hola
-¿Qué desean?-les preguntó el hombre.
-¿Está Sheila en casa?
-No. Ella tuvo que salir urgente al hospital. Su madre enfermó.
-Cuanto lo siento-demostró sus respetos, Tomas.
-No hay problema. Yo soy su esposo. Los ayudaré en lo que necesiten.
Katerina seguía mirando a aquel hombre estupefacta por su belleza.
-Bueno, no te molestamos más-dijo Tomas.
-No hay problema…
-Adiós.
-Espera… ¿acaso necesitaban algo? Quizá pueda ayudar. Te lo repito.
-No lo creo…
-Sólo dime, quizá puedo serles de ayuda. Insisto.
-Mira… necesitamos que alguien cuide a nuestras hijas. Nos ausentaremos esta noche y no queremos dejarlas solas.
-Te entiendo… hay muchos dementes sueltos por ahí.
-Parece que vamos por el mismo lado.
-¿Quieres que las cuide? Sheila volverá pronto.
-¿No, tienes problema?
-Claro que no-le dijo el hombre de proporciones deslumbrantes.
Tomas no era de confiarle a nadie, pero aquel hombre emanaba superioridad y confianza, era como un ángel.
-Está bien. Ya mismo te traeremos a nuestras pequeñas.
Katerina susurraba pero no lograba hablar nada, era como si estuviese hipnotizada con la belleza de aquel hombre.
La pareja fue presurosamente hasta su hogar, y le llevaron las niñas al esposo de Sheila. Para que se quedase de niñero por toda la noche.
Cuando ya tenían a sus dos pequeñas en la puerta del amable vecino, el hombre les dijo algo más aliviador que nunca.
-¿Quieren que las cuide en su hogar?-les preguntó con respeto.
-Sería genial-le dijo Katerina.
Tomas asintió y se tranquilizó aún más por esta noticia. Era mucho mejor que cuidasen a sus pequeñas en su hogar, dado que a la vez cuidaría las cosas materiales de la pareja.
-¿Dejarás solo tu hogar?- le preguntó Tomas.
-No hay problema. Sheila llegará en breve y estaré mirando cada tanto.
-¡Genial!-exclamó Tomas.
Estaba tan contento por haber solucionado todo, que ya nada les podría fallar. Después de terminar con aquel problema, se retiraron y despidieron de las dos niñas y de su niñero, el esposo de Sheila la vecina amable que conocían hace poco tiempo.
La noche estaba a punto de terminar para la exitosa pareja, todo le había salido bien a Tomas y el nuevo ascenso en su trabajo era algo seguro. La cena había sido un éxito y ya estaba por finalizar la reunión a la que habían concurrido. Tomas pidió permiso para ir al baño y decidió llamar a su vecina para ver si todo marchaba bien con las niñas. Calculó que ella ya había llegado, puesto que su conyugue les había dicho que no tardaría. Una vez que pudo comunicarse la saludó e intentó hablar con ella, en el fondo de la charla telefónica se escuchaba música fuerte como si Sheila estuviese en un fiesta-algo que preocupó mucho a Tomas-.
-Hola. Sheila-le dijo Tomas.
-¿Sí?
-Soy Tomas tu vecino.
-No te escucho saldré afuera.
Tomas se preguntó a él mismo -¿afuera?-. Acaso no estaba en un silencioso hospital o en su hogar con las niñas.
-Ahora te oigo ¿quién eres?
-Soy Tomas.
-Hola Tomas… ¿qué necesitas a estas horas?
-¿Cómo va todo con las chicas?-le preguntó Tomas.
-Bien, están todas muy borrachas.
Se oyó una risa después de aquellas palabras.
-¿Cómo, le diste alcohol a nuestras hijas?-le preguntó furioso.
-¿De qué me estás hablando?
-¿Estás con nuestras hijas, no es cierto?
-Tomas ¿estás loco? Estoy en una fiesta, lejos de la ciudad.
-Pero… tu marido dijo que estabas en el hospital y que volverías pronto.
Sheila se quedó callada y le respondió preocupada, casi llorando.
-¿Marido?-preguntó con voz trémula.
-Sí-Tomas afirmó su punto.
-Yo. No tengo marido Tomas…
-¿Qué?-exclamó Tomas.
-¿Qué mierda sucede Tomas?-le preguntó su vecina sollozando.
-Fuimos a tu casa y nos atendió un hombre que dijo ser tu esposo.
Sheila lanzó un grito y lloró desesperada, para luego hablarle.
-¡Tomas! Llama rápido a la policía.
-¿Por qué?
-Porque yo no tengo marido-los llantos que se oían detrás del teléfono eran horribles.
Cuando la policía llegó al lugar de los hechos ya era demasiado tarde. La escena del crimen había nacido en la casa de Sheila. Las dos niñas se encontraban descuartizadas y con indicios de violación. Aquel lugar era el verdadero infierno y el maldito que decía ser marido de Sheila era un asesino en serie que violaba y mataba niñas, para luego robar las casas en las que se quedaba como niñero. Su apariencia de ángel engañaba a más de un ingenuo y Tomas junto a su esposa habían caído una vez más, en las manos del demonio vestido de ángel.
Buenisima historia!Muy fuerte, pero genial! Felicitaciones.
ResponderEliminar