En 1775 el explorador español Juan Manuel de Ayala bautizó el enclave como "La Isla de los Alcatraces". Aunque cuentan las crónicas de antaño que la encontró tan inhóspita y misteriosa que ni tan solo se decidió a explorarla. Vale la pena señalar que algunas leyendas de los nativos americanos señalan que la isla estaba habitada por espíritus malignos. Para conocer al primer propietario legal de la isla tenemos que remontarnos al año 1846. En junio de este año, el gobernador mexicano de la Alta California, Pío de Jesús Pico, cedió los derechos de propiedad aJulian Workman con la única condición de construir un faro. Años más tarde, después de que Workman cediera la propiedad de la isla a su yernoFrancis, éste la vendió por 5.000 dólares a John C. Frémont, que la adquirió en nombre de los Estados Unidos.
En 1848 en virtud de la firma del "Tratado de Guadalupe Hidalgo", que puso fin a la guerra entre México y la nación americana, California entró a formar parte de los Estados Unidos de América. Los trabajos de fortificación de la isla se realizaron entre 1853 y 1858; que es cuando el primer destacamento formado por unos doscientos soldados, toman posesión de la isla. A raíz del estallido de la Guerra Civil Americana en 1861, es utilizada como centro de reclusión para prisioneros confederados.
El 12 de octubre de 1933 el Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América adquiere la propiedad de la isla y, en 1934, entra a formar parte de la Agencia Federal de Prisiones.
Las historias acerca de las torturas y las condiciones inhumanas en que vivían los reclusos no tardaron en correr de boca en boca. Su fama de lugar siniestro ha dado lugar a todo tipo de relatos sobre los sucesos de extrema violencia que se desarrollaban en los interiores del recinto penitenciario. La Roca, nombre con el que popularmente de bautizó al enclave carcelario, sufrió la primera gran oleada de violencia entre los días 2 y 4 de mayo de 1946. Fue el primer intento de fuga que se fraguó entre los muros de la prisión federal. El trágico suceso que ha pasado a la historia como "La Batalla de Alcatraz" se saldó con dos guardias muertos y once heridos y tres reclusos muertos y uno herido. El fracasado intento de fuga acabó con dos de los presos cómplices del motín ejecutados.
Alcatraz se convirtió en el correccional más seguro de Norteamérica durante tres décadas. Oficialmente se dice que la cifra total de convictos que intentaron fugarse del lugar, veintitrés fueron detenidos de forma inmediata, seis fueron abatidos por los guardias de seguridad antes de llegar al agua, dos murieron ahogados y sus cuerpos fueron recuperados y a otros dos se les dio por desaparecidos, a pesar de que sus cuerpos nunca fueron encontrados.
Pero sin lugar a dudas el caso más espectacular lo protagonizaron Frank Morris y los hermanosAnglin (Clarence y John) el día 11 de junio de 1962. Los tres cumplían condena por haber atracado varios bancos. Su trabajo diario en el taller les permitió tener acceso a todo tipo de herramientas; incluso se permitieron el lujo de fabricar una especie de botes salvavidas con plásticos e impermeables que habían sustraído de sus lugares de trabajo cotidiano. Por la noche, después de que los guardias comprobasen que no faltaba ninguno de los reclusos en las distintas galerías, los tres atravesaron los muros de sus correspondientes calabozos a través de las aberturas que habían realizado pacientemente a lo largo de varios meses de arduo trabajo; treparon por los conductos de ventilación, alcanzaron la azotea y se deslizaron a través de un canalón hasta el suelo, donde se pierde su pista definitivamente.
Distintas hipótesis surgen a partir de lo expuesto anteriormente. Algunos investigadores creen que una vez terminado el descenso a través del canalón, los tres protagonistas de la fuga se tiraron al agua y a bordo de los artilugios que habían fabricado a modo de lancha pusieron rumbo a la "Isla del Ángel", a tres kilómetros al noroeste de la "Isla de Alcatraz". En dicha isla, según parece, los investigadores del FBI hallaron algunas pertenencias de Clarence Anglin (fotografías familiares y una agenda con direcciones y números de teléfono). Un mes después, ante la imposibilidad de hallar ninguna pista fiable sobre el paradero de los tres reclusos fugados, las autoridades les declararon oficialmente desaparecidos; simplemente se habían ahogado.
Según parece los informes sobre todo tipo de fenómenos inexplicables nunca han cesado y han sido varios los testigos presenciales que han vivido en sus propias carnes experiencias de lo más extrañas. Varios de los guías turísticos coinciden en afirmar, que en la celda 14D (una de las celdas donde los reclusos pasaban largas jornadas incomunicados en el bloque D) han sentido "fuertes opresiones en el pecho (...) La temperatura de esta celda es mucho más fría que las otras del bloque (...) No se puede entrar sin cazadora".
Un rumor que ha corrido de boca en boca desde hace muchos años, se refiere a un suceso aterrador que tuvo lugar en dicha celda en 1940. Un preso fue encerrado en la celda de castigo y a los pocos minutos empezó a gritar como un poseso que una extraña criatura de ojos brillantes le estaba acechando. Nadie respondió a los gritos horripilantes del recluso y a la mañana siguiente los guardias encontraron al preso sin vida agazapado en un rincón de la celda con una expresión horrible reflejada en su cara. Las investigaciones que se llevaron a cabo para esclarecer la extraña muerte del convicto no dieron ningún fruto. El caso no llegó a resolverse aunque, algunos de los guardias afirmaron que el asesino podría haber sido el espíritu de algún interno fallecido en alguna de las celdas del bloque D.
Otras crónicas de antaño citan los lúgubres sótanos de la cárcel como lugar de apariciones espeluznantes, inexplicables olores, bruscos cambios de temperatura y gemidos aterradores. Entre 1946 y 1963 miembros de la seguridad del penal afirmaron haber presenciado el deambular de figuras fantasmales a las que bautizaron como "soldados fantasma", en clara alusión a los presos confederados muertos en el lugar durante la Guerra de Secesión".
Punto y aparte merece el hecho de que en las antiguas duchas de la prisión, más de uno ha creído oír el tañido de las cuerdas de un banjo. Y es que uno de los presos más afamados que estuvo recluido en el lugar fue, nada más y nada menos que el gánster Al Capone, de quién dicen, solía tocar el banjo mientras esperaba turno para ducharse.
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